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Una persona con inteligencia emocional desarrollada es capaz de identificar lo que realmente siente. Esto es muy importante porque con una adecuada identificación, sin autoengaños, hará que el resto de las acciones sean coherentes. Una vez que alguien ha identificado lo que realmente siente, se siente capaz de expresarlo y de regularlo, utilizando las herramientas en su mano; es decir, no permite que las emociones le controlen, como puede pasar con emociones como la ira o la tristeza que tienen la virtud de anular la capacidad de pensamiento; sino que lleva a cabo acciones para poder reducirlas.
Otra característica importante de las personas con alta inteligencia emocional es que también saben reconocer las emociones en los demás; es decir, tienen una alta empatía, lo que les ayuda a conectar muy bien con los otros, actuando en consecuencia. Y por tanto, sabe divulgar la importancia de las emociones en la salud.
La Inteligencia Emocional puede significar la diferencia entre comportarse de una manera socialmente aceptable y estar fuera de lugar en una situación social determinada. Es decir, la Inteligencia Emocional puede marcar la diferencia entre un buen o un mal funcionamiento social.
Esencialmente, la inteligencia emocional es la capacidad de percibir, expresar, comprender y gestionar las emociones. Y es importante porque cuanto más comprendamos estos aspectos de nosotros mismos, mejor serán nuestra salud mental y nuestro desarrollo social.
Puede que cada uno de nosotros creamos ser una de esas personas capaces de desarrollar estas cualidades sin tener conciencia de ello.
En cualquier caso, si mejoramos nuestra Inteligencia Emocional notaremos que habrá sido muy útil hacerlo en diferentes tipos de circunstancias, ya sea en el trabajo, en casa, en la escuela o incluso cuando estemos socializando con amigos.
A la hora de trabajar en equipo, de establecer relaciones interpersonales, la inteligencia emocional es sinónimo de adaptación, de buenas y sinceras relaciones, de generar confianza en el otro, de saber manejar situaciones difíciles, de evitar problemas, de comunicarse convenientemente.
Cuatro signos que denotan una adecuada Inteligencia Emocional.
1. Pensar en las reacciones
Ante determinadas circunstancias, como por ejemplo una discrepancia que termina en una discusión, la Inteligencia Emocional puede marcar la diferencia entre distintas reacciones: la buena sería tratar de no tomárselo como algo personal, y la mala sería dejarse llevar por el enfado y terminar faltando el respeto a su interlocutor.
Las personas que carecen de inteligencia emocional raramente suelen pensar bien en dichas situaciones, y son más propensas a reaccionar sin darse el tiempo necesario para sopesar los pros y los contras de cómo afrontar esa situación.
RESPONDER, NO REACCIONAR.
Las personas menos capacitadas para regular sus sentimientos negativos también son más propensas a tener dificultades para funcionar socialmente, lo cual puede exacerbar los sentimientos depresivos.
2. Ver las situaciones como un desafío
Si somos capaces de reconocer las emociones negativas en nosotros mismos y de ver las situaciones difíciles como un reto –centrándonos en las emociones positivas y perseverando– lo más probable es que tengamos una alta Inteligencia Emocional.
Por ejemplo, imaginémonos que nuestro puesto de trabajo peligra; pues bien, ante esta incertidumbre laboral, una persona emocionalmente inteligente puede percibir un incremento de su ansiedad y dejar de preocuparse y empezar a ocuparse de esta situación; en este caso, su Inteligencia Emocional le ayudaría a regular su ansiedad y a tratar de superar este desafío.
Sin embargo, si tuviese escasa Inteligencia Emocional, ante esta misma situación podría empezar a rumiar sobre su incertidumbre laboral, comenzando una espiral de desesperanza, constante preocupación hasta caer en una depresión.
Las personas con alta inteligencia emocional no se rinden. PERSISTENCIA, CONSTANCIA.
3. Modificar las emociones
Hay momentos en que las emociones pueden quitarnos lo mejor de nosotros mismos, pero si somos personas emocionalmente inteligentes es probable que cuando esto suceda tengamos las habilidades necesarias para controlarnos.
Por ejemplo, en el caso anterior de la ansiedad ante la incertidumbre laboral, mientras que un nivel moderadamente bajo de ansiedad puede mejorar el desempeño cognitivo, aumentando la concentración y la motivación para afrontar esa situación, un nivel muy bajo de ansiedad no ayudaría a motivarse y un elevado nivel de ansiedad nos dificultaría mantenernos concentrados por la constante preocupación. Conocer el valor adaptativo de los niveles moderados y bajos de ansiedad para afrontar los desafíos de la vida puede ser útil. Así que, si podemos modificar nuestra ansiedad, llevándola a niveles moderados, sabremos que tenemos más posibilidades de lidiar con la situación que nos generó incertidumbre.
Las personas emocionalmente inteligentes podemos regular, gestionar nuestras emociones.
Las personas emocionalmente inteligentes sabemos que necesitamos regular el nivel de activación de nuestras emociones de forma apropiada. Por esta razón, se ha evidenciado que una adecuada Inteligencia Emocional está relacionada con niveles más bajos de ansiedad.
4. Ponernos en el lugar del otro
Si somos capaces de extender estas habilidades más allá de nuestro propio funcionamiento personal, esa es otra señal de que tenemos altos niveles de inteligencia emocional.
La Inteligencia Emocional puede ser particularmente importante en puestos que requieren de un intenso “trabajo emocional”, como la atención al paciente, –un desempeño profesional en el que los profesionales deben gestionar sus emociones y las de los pacientes de acuerdo con las normas de la organización. Aunque, en ocasiones un paciente decepcionado nos esté gritando.
Por esta razón, el entrenamiento en inteligencia emocional más efectivo se centra en la gestión y en la expresión de las emociones, las cuales están directamente vinculadas a un buen desempeño laboral y a una mejora de la comunicación con pacientes y compañeros de trabajo. Y para generar habilidades, es imprescindible un entrenamiento para lo emocional. Es importante que podamos transmitir nuestras emociones, escucharnos... y es necesario buscar cercanía, preguntarnos y no escuchar lo que queremos oír, sino lo que necesita la ciudadanía.
También merece la pena señalar que la inteligencia emocional es una competencia que puede mejorar a lo largo de la vida. Cualquier persona necesita una conversación llena de afecto y confianza. El afecto cura y cuida. Y al mismo tiempo, se necesita coraje para pedir perdón, y eso genera un reconocimiento en la otra parte.
Cualquier persona necesita sentirse bien cuidada. Es importante que pueda explicar lo que siente, y los jefes tienen que saber que es parte de su misión ayudarles. Si una persona se derrumba, si el estrés le gana, será imposible acercarse a él/élla.
Y además, es importante saber que el propósito contribuye a la felicidad: cuando los participantes en un estudio tenían un mayor sentido del propósito, tendían a sentir más emociones positivas, satisfacción, relajación, entusiasmo y alegría. Y se sentían menos enfadados, ansiosos, perezosos o tristes. También manifestaron mayor satisfacción con la vida y bienestar general.
Por tanto, nuestro futuro debe basarse en una buena gestión de las emociones. Y para ello, es importante conocerlas. Hay más de 200 emociones, de las cuales las básicas son:
1. Miedo
2. Alegría
3. Tristeza
4. Enojo
5. Asco
A las que podemos añadir una sexta: la sorpresa.
Por tanto, tenemos que tener claro que el cerebro emocional responde a un acontecimiento más rápido que el cerebro racional... y el cerebro racional habitualmente no decide qué emociones deberíamos sentir.
Joan Carles March Cerdá
Profesor de la EASP
Divulgador en Salud