APATÍA LABORAL
“El conformismo y la apatía son las cárceles más seguras.”
-Erich Fromm-
En los últimos años ha crecido un fenómeno al que muchos llaman “apatía laboral” o incluso “quiet quitting”: empleados que hacen lo mínimo indispensable, sin implicarse más allá de lo contractual. No es solo desmotivación individual: detrás hay una conexión muy potente con la cultura digital/no digital y las redes sociales.
La apatía en el trabajo afecta a los resultados económicos, tiene un coste emocional, productivo y posee una implicación directa en el compromiso del empleado tanto a nivel individual como colectivo.
Cada vez más personas hablan del agotamiento emocional y de la pérdida de sentido en el trabajo. Pero ¿y si no fuera solo un problema de motivación individual, sino un espejo de la cultura en la que vivimos?
Las redes sociales nos han “cambiado”, a pesar de su propósito de conectar, pueden paradójicamente fomentar el aislamiento y la apatía:
- Bombardeo de información y fatiga emocional: El constante flujo de noticias negativas, información sobre crisis globales y problemas sociales puede generar una sobrecarga cognitiva. Esta exposición continua y sin fin puede conducir a una fatiga emocional, donde los individuos se sienten abrumados e incapaces de procesar o responder a todos los problemas, lo que lleva a un estado de indiferencia y apatía defensiva.
- Comparación social y baja autoestima: Los usuarios tienden a compartir versiones idealizadas y filtradas de sus vidas en las redes, lo que provoca una comparación constante. Esto puede generar sentimientos de no sentirnos suficientemente preparados, dejamos de estar presentes y nos sentimos frustrados, nos conformamos y nos rendimos.
- Empatía digital y efecto del espectador: La comunicación a través de una pantalla hace la empatía resulte mucho más limitada, puntual y efímera. Además, la naturaleza masiva de las redes sociales facilita el «efecto del espectador», donde la responsabilidad de ayudar o contribuir se diluye, disminuyendo la probabilidad de que una persona actúe.
- Burbujas de filtro y polarización: Los algoritmos de las redes sociales crean «burbujas de filtro» que exponen a los usuarios solo a contenido que coincide con sus creencias. Esto reduce la exposición a puntos de vista diferentes y dificulta el debate constructivo, llevando a una polarización y a la apatía hacia quienes tienen opiniones distintas.
La cultura, tanto en su sentido amplio como en las normas y narrativas locales, también moldea la apatía.
· Cultura del individualismo y consumismo: La cultura consumista promueve el enfoque en la adquisición y la comodidad personal, minimizando el costo social y ambiental de estas acciones. Esto puede llevar a un enfoque individualista que reduce el sentido de responsabilidad compartida y fomenta la apatía hacia los problemas colectivos también en el trabajo.
- Erosión del capital social: Las comunidades fuertes y unidas son un antídoto contra la apatía. Sin embargo, la disminución de las conexiones sociales y el debilitamiento de los lazos comunitarios en muchas sociedades modernas reduce la sensación de eficacia colectiva. Esto aumenta el aislamiento y disminuye el sentido de propósito compartido, facilitando que la apatía eche raíces.
- Narrativas que refuerzan la inacción: La retórica política, las representaciones mediáticas y las conversaciones cotidianas pueden normalizar sutilmente la inacción y menospreciar el potencial de la acción colectiva. Estas narrativas son complejas y variadas tanto que nos confunden. Las creemos a pies juntillas simplemente reaccionamos a ellas dejándonos llevar sin mostrar oposición ni crítica.
· Complejidad y sentimiento de impotencia: La complejidad percibida de los problemas globales (cambio climático, desigualdad, IA en su versión aterradora, etc.) puede llevar a una sensación de impotencia. Cuando la gente cree que los sistemas son inamovibles o que sus esfuerzos no tendrán impacto, el desánimo se asienta y la apatía se convierte en una respuesta lógica a la frustración.
La realidad es que vivimos hiperconectados: scroll infinito, historias de éxito por doquier, productividad convertida en identidad. Las redes sociales nos bombardean con mensajes de “haz lo que amas”, “sé tú mejor versión” … También abundan los gurús de pacotilla que quieren venderte lo contrario: fórmulas laborales de éxito fácil y rápido. Todo con mucho tirón.
Y cuando no llegamos a esos ideales a esos modelos sin contexto y congelados en el tiempo, aparece la apatía esa sensación de estar presentes, pero desconectados. La cultura actual premia la visibilidad más que la profundidad. Trabajar deja entonces de ser una forma de aportar y se convierte en un escaparate.
Tal vez la apatía laboral no sea el problema, sino el síntoma de una sociedad agotada por la exposición y la comparación. Quizás el verdadero reto no sea “motivarse más”, sino reaprender a conectar con lo que tiene sentido más allá del rendimiento.
En este contexto todos somos parte del problema y la solución: empresas, trabajadores, sociedad, instituciones públicas y privadas.
Porque como decía jane Goodall:
“El mayor peligro para nuestro futuro es la apatía”.
